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Brotes verdes en Sierra Bermeja

Brotes verdes en Sierra Bermeja seis meses después del infierno del incendio que aniquiló 9.000 hectáreas de bosque

Unos 800 grados. Esa es la temperatura que se alcanza en un típico incendio forestal. Material como el aluminio hace tiempo que se hubiera licuado bajo un calor tan tórrido. En fuegos apocalípticos, como en el polvorín de Sierra Bermeja, el aire se calienta aún más.

Pepe Montes no está en casa cuando empieza a arder lo que él considera un segundo hogar. A su móvil empiezan a llegar esa tarde de septiembre los primeros vídeos de cómo las llamas se van abriendo camino por el pinar que se extiende en forma de manto y cubre todo el Valle del Genal. En ese momento se encuentra en una playa de Gran Canarias, a 1.670 kilómetros de distancia.

«Enseguida se me quitaron las ganas de vacaciones», recuerda. «Yo sabía que tenía que estar ahí para ayudar en la medida de mis posibilidades». Con su 4×4 suele recorrer a diario esa zona forestal que conforma uno de los parajes naturales de la provincia. Conoce el territorio como la palma de su mano. Sabe como crece cada árbol y es capaz de narrar la historia que hay detrás de cada especie. Pepe tiene 56 años y es uno de los agentes de medio ambiente que trabajan para la Junta de Andalucía. El paraíso de Sierra Bermeja, su paraíso, se incendió el pasado verano.

El incendio

Los clichés y los tópicos de Málaga se nutren de imágenes de mar, arena y palmeras. Pero la realidad es otra. La mayor superficie de la provincia está integrada por montañas y zonas de bosque. El incendio de Sierra Bermeja arrasó 9.963 hectáreas en un perímetro de 83 kilómetros. Pocas veces, el cine de catástrofes habrá tenido un escenario más propicio para rodar una película. Pepe Montes, «llevo la vocación hasta en el apellido», acabó subiéndose a un avión para cambiar el cielo despejado y la hamaca de playa por un infierno de cenizas.

Casi seis meses han pasado desde entonces. Ahora espera en uno de los aparcamientos de Los Reales, un punto estratégico para empezar a recorrer la zona afectada. Aquí, donde finas carreteras se estiran como una serpiente a través del monte y se bifurcan en dos direcciones, es posible empezar a esbozar un análisis de la situación con vocación de perspectiva. Por un lado, se llega hasta Casares y, si se gira para la derecha, se enfila el municipio de Jubrique. Éste fue el primero en ser evacuado para proteger a sus habitantes de las llamas. Lo vertiginoso y rápido que el fuego es capaz de destrozarlo todo ha quedado demostrado. La duda está en saber cómo es la respuesta que está dando la naturaleza y si va a haber una nueva época para el Valle del Genal. Una nueva época verde.

Negro y verde

Las primeras imágenes que se abren por el camino, una vez que se deja atrás el término municipal de Estepona, son realmente perturbadoras. Gran parte del pinar aparece tiznado como si hubiera quedado bajo polvo de hadas negro. De vez en cuando emergen unos círculos verdes que recuerdan a torundas de algodón. Troncos se eleven unos 20 metros en dirección al sol. En una distancia que no supera la de cuatro o cinco brazos, aparecen alineados uno tras otro como perlas en un collar. El silencio que impera queda interrumpido cada cierto tiempo por el traqueteo de una motosierra.

Pepe pone en marcha el coche y baja las ventanillas para poder hablar sin la mascarilla. Como un maestro que quiere tranquilizar a un alumno preocupado, gira su cuerpo alargado y espeta que «el pinus pinastar, el que tenemos aquí, es una especie pirófita».

Eso significa, prosigue, que «es un árbol que está acostumbrada a convivir con el fuego». Luego señala con el dedo a los claros verdes que dan color a la montaña: «Es lo que nos va a garantizar el futuro. Ahí quedan lo que nosotros llamamos los árboles padre». Son aquellos, explica, que tienen la madurez suficiente para tener piñas. Esas piñas se abren y liberan una semilla que se incrusta luego de manera precisa en el suelo. «Si no pasa nada raro y la climatología acompaña, esto va a quedar como antes. No hacen falta grandes planes de reforestación. La capacidad de regeneración de la naturaleza es asombrosa», exclama.

¿Cuándo? Dos vistazos al horizonte, un tiempo de reflexión y un suspiro después, Pepe tira una mueca y contesta: «Los forestales trabajamos en otros ciclos. Sabemos que el trabajo de hoy lo verán nuestros hijos».

Recuperación entre 20 y 25 años

Antonio Ruiz, que también acompaña en este viaje, tiene 61 años. Hijo y nieto de agentes forestales, lleva el bosque en sus venas. Todavía se acuerda de cuando tuvo que dejarlo todo durante las labores de extinción porque las llamas estuvieron a punto de devorarle a él y a otros compañeros que estaban luchando en un retén. «A veces, es mejor retirarte para poder volver al día siguiente», dice y se atreve a lanzar un vaticinio. «Posiblemente, en algunos años veamos que la sierra se parezca a lo que había antes. Los incendios son cíclicos y recurrentes en la Sierra Bermeja, pero es verdad que este fuego ha sido muy gordo», matiza y estima un plazo de recuperación entre 20 y 25 años.

El recorrido prosigue por estrechos carriles que trazan un camino laberíntico a través de un bosque negro. Brotes verdes se aprecian en cada esquina y emergen como una chispa de esperanza en Sierra Bermeja. Así y todo, hay posibilidades de que lo que ahora parece un esqueleto calcinado sea otra vez el pulmón verde que fue. «Lo que necesitamos ahora es que llueva», repite Antonio. «Tiene que llover más».

No todo se puede dejar en manos de la naturaleza. El resurgir de la Sierra Bermeja también requiere de planificación humana. Varias cuadrillas trabajan en estos momentos diseminadas por el territorio afectado. Retiran los árboles muertos y los utilizan luego para crear albarradas que sirven para controlar la erosión.

Mano de obra especializada

Es una mano de obra muy especializada. Al dominio de la motosierra hay que sumarle el manejo de maquinaria muy pesada por pendientes casi verticales. Por eso vienen de todos puntos de Andalucía. Destacan las cuadrillas de Huelva y de Cádiz. La degradación del suelo y la pérdida de la cubierta vegetal suponen un riesgo elevado en caso de precipitaciones agudas. Los troncos se apilan en horizontal y forman pequeñas barreras naturales que frenarán los sedimentos y evitarán así una nueva desgracia en el caso de que las aclamadas lluvias acaben llegando en forma de torrente.

Ya no son las diez de la mañana ni tampoco las doce pero aún quedan algunas horas de recorrido por el Valle del Genal, donde unos 7.000 habitantes se reparten en pequeños pueblos.

Las huellas de la devastación siguen omnipresentes e ubicuos. Los restos de un camión aparecen en el borde de la carretera, pero lo único que ha quedado del vehículo es un chasis calcinado. Al dueño se le habría avisado varias veces, pero por ahora no ha dado señales de vida. Pepe y Antonio tienen tiempo para especular con el origen del incendio. «Lo único que se sabe es que no fue fortuito», concluyen. El informe que hizo la Brigada de Investigación de Incendios Forestales ya está en manos de la Fiscalía. Un descuido en una quema ordinaria o algún despiste en una de las plantaciones ilegales de mariguana que se esconden por el Valle del Genal. ¿Quién sabe?

La búsqueda de los brotes verdes en Sierra Bermeja lleva a Pepe a enfilar por un carril que desemboca en un cambio de flora. Del pinar se pasa al alcornoque. Por el flanco de la izquierda y el de la derecha, estos arboles forman un sinfín de calles. Tiznados de negro, en las partes más altas ya se pueden apreciar nuevos tallos. «En esta parte del bosque, la regeneración va a ser más rápida», vaticina Antonio.

Por paradójico que suene que ahora haya menos árboles, servirá para que los que vienen puedan brotar con más fuerza. Es cuestión de matemáticas. Menos raíces para un suelo que ahora ofrece mucho nutriente. «El alcornocal se va a recuperar, ya lo podemos ver. Si hubiera llovido, esto estaría más verde aún», insiste Antonio. La recuperación económica es otra cosa. Hasta que estos árboles produzcan otra vez corcho que sirva para taponar las botellas de vino tendrían que pasar décadas.

Los Reales

Hay otras señales que invitan a un optimismo moderado. Si la Sierra Bermeja tiene su propia joya de la corona, ésta hay que buscarla en el pinsapar de Los Reales. Aquí estaba la tercera mayor concentración de pinsapos que existe en el mundo tras las de Sierra de las Nieves y Grazalema. La extensión de la masa principal en Los Reales ocupa unas 100 hectáreas de pinsapar adulto. Esta zona de incalculable valor ecológico sigue erigida como isla verde.

Enrique Salvo es profesor de Ciencias Ambientales en la Universidad de Málaga y botánico. Es de esas personas que tienen un pulgar verde y que conocen de sobra los mecanismos que la naturaleza pone en marcha cuando ocurren catástrofes como la de Sierra Bermeja. Asegura que la «extrema resiliencia» de estos bosques hará que todo se vuelva a teñir de verde otra vez. «Los ecosistemas mediterráneos tienen esa característica. El fuego apareció antes que el hombre y zonas como Sierra Bermeja están adaptadas a que haya incendios. De ahí viene el mito de resurgir como un ave fénix», señala. Si se le pregunta por una previsión, Salvo asegura que «hay que ser muy optimista». «Si no surgen nuevos incendios, en menos de 20 años, Sierra Bermeja puede estar incluso mejor que antes», proyecta.

Fuente: Diario SUR