Tesoros naturales escondidos a plena vista
Un paseo por Marbella nos descubre tesoros naturales escondidos a simple vista, desde plantas prehistóricas hasta aves rapaces
Caminamos o conducimos pensando en nuestro destino, sin disfrutar el camino, pero los ecosistemas urbanos ocultan auténticos tesoros naturales escondidos y curiosidades inesperadas. Estos días de cierre de negocios no esenciales y de confinamiento perimetral las opciones de ocio se limitan aunque se abre la oportunidad de mirar la ciudad con otros ojos y descubrir aquello que habitualmente pasamos por alto.
Los parques y jardines son espacios de esparcimiento de las personas y ofrecen beneficios para la salud física y mental mejorando la calidad de vida; pero también son un lugar de cobijo para numerosas aves forestales.
Uno de esos árboles que componen el paisaje urbano es el palo borracho, podemos encontrarlo en la avenida Ricardo Soriano o en el Parque de La Constitución, por ejemplo; pero también en algunas glorietas de la ciudad donde se yergue luciendo orgullosa panza, de ahí que sea también conocido como árbol botella.
Árbol botella
Llama la atención su corteza y ramas cubiertas de gruesas espinas para evitar que los depredadores trepen por él y su espectacular floración rosa. Antonio Figueredo, de la Asociación Marbella Activa nos cuenta su mayor curiosidad. «Si nos fijamos en su tronco veremos coloración verde y eso se debe a que es una de las pocas especies que hace la función clorofílica también en el tronco».
Marbella y San Pedro están llenas de palmeras ornamentales, sin embargo, no todas son lo que parecen, de hecho, algunas ni siquiera son palmeras.
«En el Paseo del Mar podemos ver unas plantas de ese tipo», asegura este amante de la naturaleza. «Se trata de la palma de sagú o falsa palmera y se considera un auténtico fósil viviente ya que habitaban la tierra incluso antes que los dinosaurios», afirma.
«Es una forma de vida muy básica a nivel botánico que nada tiene que ver con las palmeras», concluye.
Siguiendo con las plantas que no son lo que parecen, José Luis Casado, presidente de la Asociación San Pedro Alcántara 1860, nos cuenta que «en la esquina de la avenida de La Constitución de San Pedro, encontramos un ombú o bellasombra. Un magnífico ejemplar que, sorprendentemente, no es un árbol, sino una planta herbácea».
El secreto de la eterna juventud
En el mismo núcleo urbano, ahora en la avenida Pablo Ruiz Picasso, «hay un ginkgo biloba, el árbol que esconde el secreto de la eterna juventud», se sonríe. «Está en una casa particular pero se puede ver perfectamente desde la acera», asegura.
Y es que los ginkgos, con sus hojas que parece pequeños abanicos, tienen una resistencia que los hace casi inmortales. No en vano, varios ejemplares de este árbol sobrevivieron a escasos kilómetros de donde explotó la bomba atómica de Hiroshima.
Además de callejear, uno de los placeres urbanos es recorrer los parques. En el de la Alameda destacan los grandes plátanos de sobra y las tres araucarias, altas coníferas que sobresalen del resto de plantas. Todos ellos son los más antiguos del lugar desde que viviera su última remodelación. Antes, el parque era un bosque de álamo negro, de ahí su nombre. De aquella época, ya solo permanece la fuente ubicada en el extremo más oriental.
Mirando al cielo
El Parque de la Constitución, el otro pulmón de Marbella, está repleto de vegetación y supone un paraíso para las aves.
«El bosque cosmopolita nos gusta llamarlo», indica Figueredo, «porque en él se pueden encontrar pájaros de los cinco continentes», continúa.
«Uno de los más curiosos es el reyezuelo listado que mide apenas nueve centímetros y pesa solo seis gramos».
Prestando atención y con los oídos bien dispuestos, pueden incluso escucharse cárabos, una rapaz nocturna que además de en parque se ha podido sentir en Vigil de Quiñones y en el cementerio de San Bernabé.
La ciudad sirve de dormidero a aves como el estornino que encuentra un lugar donde descansar y refugiarse de los depredadores. Aunque también es un espacio para que rapaces como el águila calzada o el águila perdicera encuentren en las palomas una presa fácil.
Pronto llegarán también los vencejos pálidos, unos voladores natos muy beneficiosos por su dieta insectívora que lo hacen todo en vuelo, desde dormir hasta aparearse y que usa los edificios para criar.
Fuente: Diario SUR